Al alba, la gente se dirige al Cerro de San Cristóbal.
Muy temprano y sin que el sol ilumine aún el día, todos juntos a rezar en la Ermita de San Cristóbal porque son sus novenas. Ese fervor que hace que se cree una atmósfera propicia para pedir a Nuestro Santo, nueve días en el que madrugar a eso de las siete no cuesta y donde estar al lado de San Cristóbal supone una inyección de paz, inyección de amor y solidaridad y donde reflexionar sobre nuestros avatares diarios.
Todo son ventajas, madrugar para que cunda el día y ese paseo matutino con el frescor que desaparecerá en pocas horas y que también nos viene para nuestra salud.
Y bajar con las pilas cargadas y hacer un buen desayuno, sienta fenomenal.
Desde aquí os lo recordaremos, pero en las próximas novenas, animate y madruga si no quieres quedarte fuera al fresco.
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