Del siglo XVI tenemos
datos de que el lugar estaba constituido, en sus inicios, en una dehesa boyal
(terreno comunal de los pueblos en donde podía pastar el ganado de los vecinos)
situada en la falda norte del cerro. Sin embargo, en muchos momentos históricos
se fue solicitando permiso para su explotación agrícola.
En 1575, estaba constituida por 250
fanegas de sembradura.
Así, a en 1586 el Concejo de la villa
herenciana había solicitado y conseguido un permiso real para labrar la dehesa
de San Cristóbal “por la mucha vecindad”
de la localidad y reconociéndose que ya había sido labrada en otras ocasiones.
Su forma de explotación fue variada según
el contexto económico que se viviese: lo mismo era arrendada en subasta que
labrada por gente necesitada en momentos de penurias, o incluso para obtener un
dinero con el que “reparar y ornamentar la Iglesia Parroquial
y la capilla mayor del Convento de los Mercedarios” (año 1732) o para “con su producto construir el puente de
Buenavista” (año 1767).
Si importante era el lugar en momentos de
necesidad económica, no diremos nada de los momentos de expansión agrícola. Por
esto a finales del siglo XVIII surgieron varios litigios donde se quería
determinar la propiedad de la
Dehesa de San Cristóbal. Por un lado el concejo herenciano,
por otro lado el Prior e, incluso, algunos particulares como Don Eugenio de
Ahumada. En aquella época su extensión cultivada era de 304 fanegas y 5
celemines.
Otra importancia económica del lugar, la
extraemos del interrogatorio solicitado por
el Cardenal
Lorenzana sobre los pueblos del Arzobispado de Toledo. Por él sabemos que en
1782 existían, en el Cerro de San Cristóbal, unas canteras de piedra “de una especie de pedernal flojo que con
facilidad y a pocos golpes se hacen piezas, muy buenas y firmes para cimientos
y fabricar casas”. Sin embargo, en general, se manifiesta que las piedras
son de bastante mala calidad e incluso el Prior hubo de importar piedra de
fuera para realizar pozos y otras construcciones en la Serna.
Del siglo XIX, tenemos referencia de otro
valor económico del Cerro de San Cristóbal. No es otro de la existencia de un
molino harinero (de viento). Fue construido a finales del siglo XVIII (1796)
por Antonio González-Román, y en 1802 vendido (“con todas sus máquinas y utensilios”) al Prior por la cantidad de
19299 reales y 24 maravedíes. Los sucesivos priores arrendaron dicho molino y
así, como ejemplo, desde 1820
a 1831 los arrendatarios fueron la familia
López-Fuensalida (primero Juan Bautista y luego Antonio).
La
sobreexplotación del lugar y los nuevos acontecimientos históricos del siglo
XIX como la desamortización fue restando importancia a este enclave que durante
siglos fue un lugar referente en la vida del pueblo de Herencia.
Fuente: Angel Martín-Fontecha Guijarro
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